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Avaricia

Foto del escritor: Camila González AzcárateCamila González Azcárate

Actualizado: 28 may 2019



 

La época del hiperconsumo en la que vivimos se caracteriza por regirse por una lógica eminentemente subjetiva y emocional: ahora compramos satisfacciones emocionales, felicidad privada, experiencias, etc. Nos hallamos en un momento en el que satisfacer una necesidad nos lleva a sentir otra y se crea un gusto por las novedades que ya no conoce fronteras, ni siquiera las sociales. Los límites que una vez existieran entre clases se difuminan con la democratización del acceso a las novedades comerciales y el gusto por el cambio se universaliza.


El consumo, por lo tanto, se deviene como un demiurgo, como un creador de mundos que proporciona sentido a la existencia del ser humano.


En la actualidad, podemos ver que las marcas han aprovechado esta particular situación para su propio beneficio: casas tecnológicas como Apple no dudan en anunciar su último modelo cada pocos meses, seguros de que sus fans no dudarán en comprarlos.


Pero no hay que pensar necesariamente a gran escala para encontrar otros ejemplos de este acontecimiento: algunas de las marcas de cosméticos más propensas a innovar y sacar al mercado nuevos productos podrían ser Urbano Decay o Anastasia Beverly Hills. Se trata de marcas de gran renombre y calidad, con precios bastante elevados que reflejan su alto standing.


Tal vez por eso mismo tienden a ser objeto de imitación por parte de marcas menos conocidas, más asequibles, como Makeup Revolution y W7, que fabrican las copias más acertadas. El producto no suele tener la misma calidad que las originales y, en las paletas de sombras, por ejemplo, los colores no siempre suelen coincidir. Sin embargo, y a pesar de ello, consiguen un alto volumen de ventas entre las personas que ya han comprado los originales, solo para poder comparar entre los dos productos.


En esos casos comprobamos que las personas no necesitan ese segundo producto, casi idéntico al original. Solo quieren tenerlo para explorarlo, para estudiarlo, para dar su opinión sobre uno y otro y reafirmarse como individuo que tiene la capacidad de escoger entre dos objetos casi iguales basándose en su gusto personal.

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