El pasado 10 de octubre se celebró, como cada año, el Día Mundial de la Salud Mental. Resulta que, en todo el mundo, hasta 3.000 personas acaban con su propia vida cada día (Maldita Ciencia, 2019) y la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha decidido dedicar esta conmemoración a un problema de salud pública que causa más muertes que los accidentes de tráfico: el suicidio (Domingo, 2019).
El suicidio es la parte más visible de las enfermedades mentales, precisamente porque se trata de una muerte perpetrada por la propia víctima y, en definitiva, es un acto intencional (Olmo y García, 2014). Pero el suicidio es más que un desenlace. Es un síntoma. La punta del iceberg. Las consecuencias de un proceso que, a menudo, no se sabe identificar.
Aquí surge el debate de por qué sucede esto. Si cuando sufrimos un dolor físico acudimos al médico, ¿por qué no hacemos lo mismo cuando es nuestra salud mental la que se ve afectada? (Pérez, 2019).
Porque nos encontramos en un contexto social en las enfermedades mentales representan un estigma tanto para quienes lo padecen como para sus familias y a menudo esto es motivo de discriminación.
Parte de la culpa la tienen los medios de comunicación, cuyo objetivo último, en teoría, es reflejar la realidad. Y digo «en teoría», pues se han realizado estudios que demuestran que los medios de comunicación prefieren evitar el suicidio directamente, favoreciendo el uso de expresiones eufemística como «quitarse la vida» según indican los manuales de estilo y, a menudo, relacionadas con otros temas de actualidad (Olmo y García, 2014).
Esto podría explicarse gracias al popular marco judeocristiano que influye en nuestra sociedad, en el que atentar contra la vida se considera un pecado. Y a que el suicidio se ha romantizado a través de la literatura, llegando a considerarse incluso que existe el llamado Efecto Imitación, una reproducción de los suicidios cuando estos se hacen públicos (Olmo y García, 2014).
Pero esto, según un informe realizado por la OMS en el año 2000, se produce porque el suicidio es un tema del que solo se habla cuando es llamativo, es decir, se espectaculariza. En lugar de normalizar un hecho que arrastra consigo tragedia y sufrimiento, «se presenta lo atípico como típico de manera que se perpetúan las informaciones erróneas sobre el suicidio». Existe, por lo tanto, «una cobertura hacia lo llamativo con lo que se podría incitar hacia ese comportamiento suicida a poblaciones vulnerables» (Olmo y García, 2014).
Los expertos consideran que «informar de una manera responsable sobre esta problemática» podría «reducir su número, como sucedió con los accidentes de tráfico» (Domingo, 2019).
Todo esto se hace (y debe hacerse) desde el Gobierno de España. Al tratarse de una institución, este tipo de comunicación también se considera comunicación social, aunque no tenga por uno de sus objetivos la captación de fondos. Y, como tal, tiene la responsabilidad de no replicar las violencias que pretende transformar, influyendo «positivamente en la superación de las principales conductas de riesgo o en las grandes causas de la injusticia y la desigualdad». Esto solo se consigue no plasmando a los afectados como víctimas, sino como agentes. Y esta agencia solo se consigue a través de la educación (Nos, s. f.).
En definitiva, el suicidio podría evitarse si las enfermedades mentales no se tratasen como una realidad que hay que esconder, pues por mucho que las ignoremos no van a dejar de existir. Si se educase a las personas en la detección de sus causas o síntomas, se podrían tomar medidas preventivas a tiempo, ya que las enfermedades mentales son, al fin y al cabo, enfermedades, y como tales se pueden tratar y curar.
Sería interesante que llegásemos a un mundo en el que el Día Mundial de la Salud Mental no fuese necesario para concienciar sobre su importancia. Que hablásemos de la depresión, la bipolaridad, la ansiedad y otros trastornos con total naturalidad.
Y que el suicidio no fuera lo que nos avise de que algo va mal.
Porque, en esos casos, ya no hay marcha atrás.
Referencias:
Domingo, I. (2019). Menos silencio contra el suicidio. 15 de octubre de 2019. En: Las Provincias. Recuperado de: https://www.lasprovincias.es/comunitat/silencio-suicidio-20191015011334-ntvo.html. Fecha de consulta: 25 de octubre de 2019.
Maldita Ciencia. (2019). El Día Mundial de la Salud Mental y la prevención del suicidio: mitos, señales de alerta y herramientas. 10 de octubre de 2019. En: Maldita. Recuperado de: https://maldita.es/malditaciencia/el-dia-mundial-de-la-salud-mental-y-la-prevencion-del-suicidio-mitos-senales-de-alerta-y-herramientas/ Fecha de consulta: 25 de octubre de 2019.
Aldás, E. N. (2007). Lenguaje publicitario y discursos solidarios: eficacia publicitaria,¿ eficacia cultural? (Vol. 260). Icaria Editorial.
Olmo López, A. y García Fernández, D. (2014). El tratamiento de las noticias sobre suicidios. Una aproximación a su reflejo en los medios de comunicación. Estudios Sobre El Mensaje Periodístico, 20 q (2), 1149-1163. https://doi.org/10.5209/rev_ESMP.2014.v20.n2.47056
Pérez, Pilar. (2019). El suicidio, la punta del iceberg que se esconde tras los trastornos del ánimo. 15 de octubre de 2019. EN: La Razón. Recuperado de https://www.larazon.es/atusalud/el-suicidio-la-punta-del-iceberg-que-se-esconde-tras-los-trastornos-del-animo-CM25296242. Fecha de consulta: 25 de octubre de 2019.
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